En mi mañana dominguera de hornear postres y colmar la casa con aromas a mantequilla, reflexionaba que más de una vez me han dicho que soy un alma vieja. Pues dicen que cuando hablo pareciera que soy de otra época y que mi forma de pensar, de vestir y de actuar refleja la vivencia de múltiples vidas pasadas. Y al principio pensaba: con razón siempre me han gustado los libros antiguos y la arquitectura de antes. ¡Ahh! eso explica mi gran fascinación por todo lo que venga del viejo mundo… Y aquí paréntesis es muy importante que no trabajes la mezcla de más, debe quedar rústica para mantener la textura que estamos buscando.
¿En qué estaba? Ah sí, aunque me gusten todas esas cosas, mi forma de pensar la considero moderna. Entonces, ¿es posible combinar ambas partes? Y fue entonces cuando me explicaron que ser un alma vieja no necesariamente va de la mano con tener mentalidad anticuada: se refiere a personas que, por su manera de actuar, pareciera que han pasado por muchas vidas. Les gusta analizar, cuestionar y disfrutan su tiempo a solas. Hmmm tal vez tenga un poco de eso, supongo que sí. Y mis mañanas domingueras me inculpan… pues me gusta pasarlas horneando, reflexionando y transportando mi mente a los tiempos en los que la vida parecía ser más sencilla, y —a veces me pregunto— si un poco más placentera también.